Retomando el hilo de lo que venía tratando, escribiré ahora acerca del
nulo o poco testimonio que damos, algunos cristianos, de nuestra fe en Cristo;
de la incongruencia entre nuestra vida y los principios evangélicos que decimos
profesar. Esto ha producido el alejamiento de la Iglesia de muchos y poco a
poco de Jesús. Contaré algunas experiencias :
Recuerdo, siendo yo pequeño, que un aldeano me hablaba de que no iba a
la Iglesia desde que se enteró de que el cura vivía amancebado con la que había
presentado al pueblo como su hermana. En otra ocasión un ex seminarista me
habló de su director del seminario, que se deshacía en atenciones con sus
tutelados, no por auténtica generosidad sino por puro orgullo, para ganarse
fama de bueno, según pudo ir constatando con el paso del tiempo. Otra amiga me
contó lo mal que había sido tratada, en la casa donde trabajaba como doméstica,
por parte de la señora de la casa que no se perdía su misa diaria. Todos
podemos aportar experiencias de fariseísmo e hipocresía o bien de cobardía a la
hora de defender a Jesús en medio de un mundo en el que parece tener pocos partidarios;
aunque, en realidad, hay muchos que están deseando llegar a la Verdad de la
vida, de encontrar algo más sólido que la pura mierda de materialismo egoísta
en el que nos han y nos hemos metido; de que Jesús venga a su encuentro
devolviéndoles la esperanza y la ilusión de vivir, aún en medio de las
penalidades por que todos atravesamos. Y, volviendo al tajo, cuanta metedura de
pata por parte de los “devotos”. No tengo que ir muy lejos; recuerdo una etapa
de mi vida en la que, con mi misa diaria y mis prácticas piadosas, me creía el
cristiano perfecto cuando en realidad
era un fariseo redomado: Vivía una religión centrada en mí y falta totalmente
de caridad; despreciaba a mucha gente por considerarme hijo de mejor padre y mi
corazón estaba más seco que una piedra. Aún hoy, si mis hijos pudieran escribir
aquí, pienso que podrían sacarme los colores; no digamos mi mujer. Pero, en
fín, como la verdad hay que salvarla por encima de nuestros propios actos,
según me han dicho que dijo Séneca, aquí estoy yo intentando hacer algo en ese
sentido.
No
solo en la esfera individual los cristianos metemos la pata. En el plano
institucional, los cristianos, católicos y no católicos, han utilizado en
ocasiones ,a lo largo de la historia, la espada y el fuego, la amenaza y la
condena, para imponer el Evangelio. Lo cual resulta de lo más paradójico si se
piensa que este Evangelio difunde, esencialmente, la buena noticia del amor de
Dios a los hombres, a quienes éste considera sus hijos adoptivos y destinados a
participar en la vida divina. Por eso el hombre, destinado a unirse con su
Creador, ha sido creado a imagen y semejanza suya(se lee en el A. y N.
Testamento ) para poder así, participando de alguna manera de la naturaleza
divina, conseguir alcanzar el destino para el que ha sido creado. En esa
semejanza con Dios , que es Amor y libertad, está la base de su dignidad, de su condición esencial que le permite su
realización plena. Por tanto resulta contradictorio que haya habido y siga
habiendo acciones individuales e institucionales que violen esos principios de
amor y libertad. Voy a referirme a ellas pero, adelanto, que mi afán no es el
de regodearme en una crítica malsana sino el de plasmar una realidad que, como
en último término expondré, hará brillar más la luz de la Verdad; cuanto más a
oscuras estamos, más se valora la bombilla encendida.
¡Cuantas injusticias, guerras e,
incluso matanzas se han cometido en nombre de Jesús a lo largo de la Historia!
La persecución de los herejes a sangre y fuego dejó toda una estela de víctimas
ocasionadas por venganzas personales o por la fidelidad de esas víctimas a sus propias
conciencias. Hubo guerras como la de los cátaros y matanzas como la de Beziers
que son difíciles de comprender desde el mensaje de Jesús. Tampoco se entienden
los desmanes de la Inquisición ni los malos ejemplos que, dentro de la
jerarquía de la Iglesia, se han dado y se vienen dando. Ni los puritanos
protestantes se han librado de estos errores; recordemos como los calvinistas
de Ginebra asaron vivo a Miguel Servet, por poner un ejemplo entre otros que se
podrían citar.
De todos los errores mencionados la Iglesia ha pedido perdón y, por otro
lado, está tratando de depurarse, conectando más con su mensaje esencial,
acercándose a los necesitados y alejándose del poder. “Mi reino no es de este
mundo”, dice Jesús, que también dice en otra parte “Dad al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios”. Y es que, desde sus orígenes, la Iglesia no
siempre ha estado bien influenciada por el mundo con el que está obligada a
convivir y , de forma particular, ha sufrido una contaminación muy negativa por
parte del poder civil. Ya el emperador Constantino se sirvió de la organización
eclesiástica y utilizó a los obispos para organizar su Administración de
Estado. Desde entonces la Iglesia no siempre ha sabido marcar distancias con el
poder político cuyas formas y actitudes se han visto, en cierta medida,
reproducidas dentro de la Iglesia. Según me cuentan, en ocasiones, la Iglesia
se ha visto mangoneada por aquellos poderes de los que recibía dinero o favores
que necesitaba; ya se sabe, quién paga manda. En todo esto está el origen de
las críticas que con frecuencia se oyen acerca del lujo, intolerancia o
autoritarismo de la institución.
Más allá de los
errores cometidos y que se pueden seguir cometiendo, la Iglesia tiene una
misión fundamental, que es la de difundir la Verdad de Jesús contenida en la
Biblia y en la Tradición y, a la luz de este mensaje,corregir los propios
errores. Y el mensaje es claro: Todos los seres humanos, hombres y mujeres,
tenemos una misma dignidad que resulta de nuestra condición de hijos de Dios
con un destino junto a El, mas allá de la muerte. En la base de nuestra
dignidad está la libertad porque sin libertad no es posible el amor y sin amor
no podemos alcanzar nuestro destino junto a Dios, junto al Amor. Todo esto se
recoge en la Biblia y es recogido en las encíclicas de los Papas como
fundamento de la defensa que hace la Iglesia de la igualdad entre los seres
humanos, de la mujer, de la justicia social, de la justa distribución de la
riqueza, de la vida.
En el Evangelio de
Jesús, que la Iglesia me ha enseñado y difunde, aparecen pasajes como los que
siguen : “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”; “no se puede
servir a Dios y al dinero; “necio, esta noche te van a pedir tu alma y lo que
has acumulado de qué te va servir”; “es más difícil que una camello entre por
el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los cielos”; “ ¿de qué te sirve ganar el mundo entero si al
final pierdes tu alma? “; “bienaventurados los pobres”. Con este precedente la
Iglesia, a través de muchos movimientos (Cáritas…) y órdenes religiosas
masculinas y femeninas, tiene una especial dedicación a los pobres. Así podemos
leer en la Gaudium et spes , “El espíritu de pobreza y de caridad debe ser la
gloria y el testimonio de la Iglesia de Cristo”; “Cristo mismo en la persona de
los pobres eleva su voz para solicitar la caridad de sus discípulos”. El lujo,
el boato y la parafernalia que acompañan a muchos eclesiásticos y actos
litúrgicos son fruto de la contaminación a la que aludía anteriormente y, por
otro lado, provienen del fervor de una pueblo que quiere honrar a su Dios de
forma excepcional y grandiosa y le construye catedrales a lo largo y ancho del
planeta y le regala tesoros a su Madre, la Virgen. En cualquier caso el
espíritu de pobreza que debe presidir la Iglesia aboga por una revisión en la
que parece estar comprometido el Papa Francisco.
Respecto a la violencia
Jesús nos dice que si alguien te quita el manto, dale también la capa; si te
abofetean en una mejilla, ofrece la otra; ama a tu enemigo, reza por los que no
te quieren; trata a los demás como
quieres ser tratado tú ; perdona hasta setenta veces siete, es decir, siempre;
en definitiva “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, es decir, hasta
entregar la vida por ellos, aunque te hayan abandonado.
Respecto a la
intolerancia : Jesús se enfrentó a los justicieros que trataban de lapidar a la
mujer adúltera, en aplicación estricta de la ley. “Yo tampoco te condeno “ le
dice Jesús a esta pecadora pillada in
fraganti. En sintonía con Jesús, el Papa Francisco ha dicho respecto de los
homosexuales que él no es quien para juzgar y condenar a nadie.
Frente al
autoritarismo, Jesús nos dice “ El que quiera ser grande, sea vuestro servidor;
el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre
no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos” (Mc. 10, 40 y ss.). Y como dentro de la Iglesia hay muchos que se creen
más papistas que el Papa y con derecho a excluir y amonestar al resto de sus
hermanos, Jesús nos advierte “ No os dejéis llamar Maestro porque uno solo es
vuestro Maestro y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie padre…porque
uno solo es vuestro Padre, el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar consejeros
o directores porque uno solo es vuestro Director: El Cristo. El mayor entre
vosotros será vuestro servidor”(Mt.23,8 y 9). Jesús es muy claro cuando rechaza
la actitud excluyente de los que no pertenecen al propio grupo en Lc. 9, 48 y
ss. , y lo mismo Pablo en su epístola 1ª a los Corintios, de cuyo capítulo 3,
versículos 4 y siguientes entresaco : “Cuando uno dice, yo soy de Pablo, y
otro, yo de Apolo…Pues qué es Apolo y qué es Pablo: Ministros según lo que a
cada uno ha dado el Señor”… Yo planté, Apolo regó, pero quién dio el
crecimiento fue Dios.” Frente al
autoritarismo, la intolerancia y la discriminación la Iglesia viene manteniendo
una línea clara y decidida a favor del diálogo, la igualdad y el respeto a
todos los seres humanos iguales en su dignidad de hombres : “A nadie le está
permitido violar impunemente la dignidad humana, de la que Dios mismo dispone
con gran reverencia, ni ponerle trabas en la marcha hacia su
perfeccionamiento…” , nos dice la Rerum novarum (punto 30); respeto que se mantiene con respecto a los
que incurren en algún delito o , simplemente, piensan de modo distinto : “ El
hombre que yerra no puede por ello ser despojado de su condición de hombre, ni
automáticamente pierde jamás su dignidad de persona, dignidad que debe ser
tenida siempre en cuenta” (Pacem in Terris, p. 158 ).
Para ir acabando esta entrega y no extenderme mucho, añadiré que Jesús
en cantidad de pasajes se muestra intolerante con los hipócritas y los tibios.
Tratamiento especial merece el tema de la libertad, el sentido del sufrimiento
en la vida y el llamado inmovilismo de la Iglesia, de los que me ocuparé muy
pronto. Tampoco podemos olvidar que la
persecución de la Iglesia es una constante histórica, cometa o no
errores.(Últimamente se está acusando a Pio XII de connivencia con los nazis,
cuando existen cantidad de testimonios y documentos de todo lo contrario; sin
ir más lejos el rabino de Roma se bautizó después de la guerra y adoptó el
nombre de Eugenio, que era el nombre del Papa, en reconocimiento a toda la
ayuda que el Papa prestó a los judíos). El Evangelio lo dice muy claro,
“…tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis. Vino
Juan el Bautista, que ni comía n bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene
el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: qué comilón y qué borracho” (Lc.
7, 31-35 ).
Es cierto que los cristianos metemos la pata individualmente o representando a la Iglesia. Es cierto que algunos movimientos, dentro de la Iglesia, dan motivos para ser tachados de cerrados y excluyentes, faltos de autocrítica y libertad, pérdida de su sentido instrumental…; pero pese a sus fallos, que los tienen y los tendrán y que no hay que ocultar, han sido instrumentos del Espíritu de Jesús para difundir su mensaje. Me estoy refiriendo, lo habréis adivinado, al Opus y a los kikos. Estos movimientos no han recibido una crítica imparcial; o bien han sido defendidos ciegamente, sin querer ver sus defectos, descalificando a quién critica, o bien, han sido atacados injustamente sin apreciar sus indudables méritos, tomando la parte por el todo y generalizando en demasía. Estas críticas, fundadas, aunque no todas ni del todo, han ocultado algo esencial : Que tanto el Opus como los Neocatecomunales han llevado a mucha gente, entre los que yo estoy, a conocer a Jesús. Y cuando una persona conoce a Jesús lo suficiente, sabe prescindir de lo anecdótico y de los malos royos que se pueden encontrar en ambas instituciones, como en cualquier parte. Cristo termina imponiéndose a nuestro engreimiento y autocomplacencia; a nuestra falta de humildad y caridad que existe tanto dentro como fuera de estas instituciones, en los criticados y en los que critican. Sin desconocer los errores antes apuntados, que más adelante comentaré con detalle, tengo que agradecer al Opus y a los Kikos que me hayan inspirado la fe suficiente para enfrentarme a la angustia de la nada y, de su mano, Jesús me haya devuelto la esperanza ante mis pecados y la fuerza en mi debilidad y mis problemas. Jesús es la seguridad,que nadie puede encontrar en el dinero, y la vida que nadie, sino Dios, puede ofrecer. Muchos dirán que esto son solo palabras y sí, son palabras, pero de vida eterna y esperanza, avaladas con muchos hechos. Este es el tema clave que abordaré en mi próxima entrega. “En El estaba la vida y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1, 4).
Es cierto que los cristianos metemos la pata individualmente o representando a la Iglesia. Es cierto que algunos movimientos, dentro de la Iglesia, dan motivos para ser tachados de cerrados y excluyentes, faltos de autocrítica y libertad, pérdida de su sentido instrumental…; pero pese a sus fallos, que los tienen y los tendrán y que no hay que ocultar, han sido instrumentos del Espíritu de Jesús para difundir su mensaje. Me estoy refiriendo, lo habréis adivinado, al Opus y a los kikos. Estos movimientos no han recibido una crítica imparcial; o bien han sido defendidos ciegamente, sin querer ver sus defectos, descalificando a quién critica, o bien, han sido atacados injustamente sin apreciar sus indudables méritos, tomando la parte por el todo y generalizando en demasía. Estas críticas, fundadas, aunque no todas ni del todo, han ocultado algo esencial : Que tanto el Opus como los Neocatecomunales han llevado a mucha gente, entre los que yo estoy, a conocer a Jesús. Y cuando una persona conoce a Jesús lo suficiente, sabe prescindir de lo anecdótico y de los malos royos que se pueden encontrar en ambas instituciones, como en cualquier parte. Cristo termina imponiéndose a nuestro engreimiento y autocomplacencia; a nuestra falta de humildad y caridad que existe tanto dentro como fuera de estas instituciones, en los criticados y en los que critican. Sin desconocer los errores antes apuntados, que más adelante comentaré con detalle, tengo que agradecer al Opus y a los Kikos que me hayan inspirado la fe suficiente para enfrentarme a la angustia de la nada y, de su mano, Jesús me haya devuelto la esperanza ante mis pecados y la fuerza en mi debilidad y mis problemas. Jesús es la seguridad,que nadie puede encontrar en el dinero, y la vida que nadie, sino Dios, puede ofrecer. Muchos dirán que esto son solo palabras y sí, son palabras, pero de vida eterna y esperanza, avaladas con muchos hechos. Este es el tema clave que abordaré en mi próxima entrega. “En El estaba la vida y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1, 4).
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