lunes, 16 de diciembre de 2013

La luz del mundo (VI): Pecados, Opus y Kikos

Vengo hablando de los pecados en la Iglesia y resulta lógico que tenga que hablar de los pecados que pudieren darse dentro de dos de sus institutos mas activos y representativos: El Opus Dei y las Comunidades Neocatecumenales.

Antes debo rematar lo dicho anteriormente sobre los pecadores, que somos todos, con unos textos que ilustran mucho sobre lo único que Dios quiere de nosotros: Que nos arrepintamos y nos convirtamos de corazón, con convicción. Leemos en los Profetas : “Porque misericordia quiero y no sacrificios; conocimiento de Dios más que holocaustos” (Oseas 6,6); “No me ofrezcáis más sacrificios inútilmente; abomino del incienso…vuestros novilunios y peregrinaciones son odiosas a mi alma, las tengo aborrecidas; cansado estoy de aguantarlas…Aprended a hacer el bien, buscad lo que es justo, socorred al oprimido… Y entonces…aunque vuestros pecados fuesen como la escarlata, quedarán blancos como la nieve; aunque fuesen rojos como la púrpura, se volverán como la lana” (Isaías 1, 3y ss. ); “en ese pondré mis ojos, en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras” (Isaías 66,2).

Tenemos en la Biblia un ejemplo de gran pecador, cuyo arrepentimiento y confianza en nuestro Padre celestial, nos puede servir de guía. Es David ; su vida y pecados vienen recogidos en los 2 libros de Samuel : Matanzas, traición, adulterio, asesinato premeditado…arrepentimiento. Sus salmos recogen su arrepentimiento y confianza en el perdón del Señor; son un ejemplo y un apoyo a nuestra esperanza. Recojo unos pocos versículos muy expresivos : Salmo 50 “ (3) Ten compasión de mí, oh Dios, según tu gran misericordia… (5)Pues yo mi iniquidad la reconozco y mi pecado ante mis ojos está siempre. (7) Mira en culpa nací, y en pecado me concibió mi madre. (11) Aparta ya tu faz de mis pecados y acaba de borrar todas mis culpas (12) Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva en mí un espíritu firme. ((19) Mi sacrificio es mi espíritu contrito; un corazón arrepentido y humillado, oh Dios, tú no lo desprecias”. En el Salmo 64, 3 leemos, “A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas”. Y en el Salmo 102 vemos : “ (3) El, tus pecados todos te perdona y te sana de todas tus dolencias. (4) El rescata tu vida de la fosa… (10) No nos trata según nuestros pecados, ni castiga conforme a nuestras culpas. (11) …prevalece su gran misericordia. (12) Cuanto dista el oriente de occidente, tan lejos arroja de nuestro lado nuestras culpas.(13) Como un padre se apiada de sus hijos, así el Señor se compadece de los que le temen .(14) El sabe de qué masa fuimos hechos, él se acuerda de que somos polvo vano”.

David nos trasmite en sus Salmos una palabra de parte de Dios, una palabra que nos devuelve el ánimo a los pecadores, porque nos revela que nuestra esperanza está fundada en la gran misericordia de Dios que mira el fondo de nuestro corazón más que a nuestras faltas. Jesús es “el buen pastor (que) da la vida por las ovejas” (Jn. 10,11) ; “Aquél que nos amó (y ) nos ha librado de nuestros pecados por su sangre”
(Ap. 1,5); por El afirma Pablo que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm.5,20). Jesús está empeñado en tenernos junto a él en el cielo (“Quiero que donde yo esté, estén ellos también conmigo”,Jn.17,24 ; “volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros”Jn14,3 ). No despreciemos un regalo tan grande hecho con tanto empeño. El quiere nuestra felicidad y no amargarnos la vida, como parece que pensemos a veces. Además, por si fuera poco, “tiene mucha paciencia porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan” (2ªPe. 3,9) y “la paciencia de Dios es nuestra salvación” (2ª Pe. 3, 15).

Ninguno es irrecuperable a los ojos de Jesús. Nuestros muchos pecados no son un obstáculo para volver al redil del Buen Pastor. El nos quiere tal como somos, y su cuidado y atención es mayor con los mas apartados de El, según vimos en los textos de la entrega anterior. Nuestra debilidad no impedirá que nos venga la fuerza de lo Alto cuando tengamos la convicción de que queremos cambiar de vida. Nuestras dudas, normales y naturales, no son un escollo insalvable para que, siguiendo sus huellas, nos acerquemos más a la luz que vemos al final del túnel. Habrá cosas que no entendamos, o no del todo; nuestra inteligencia no da de sí lo suficiente como para alcanzar a comprender el gran misterio de nuestra vida :Que somos hijos de Dios, destinados a gozar junto al Padre por toda la eternidad. Pero, en Jesús, en la historia, en nuestra historia, hay base suficiente para encontrar respuestas que nos expliquen el porqué de la enfermedad, la angustia, el paro; de tantos y tantos horrores que ha vivido y vive la humanidad ( Los campos de concentración nazis, los gulags soviéticos, la matanza de los yemeres rojos, la catástrofe de Filipinas…); de todo esto me ocuparé tan pronto termine con la cuestión, que vengo tratando, de los pecados en la Iglesia; así que abordo sin más dilación el tema del Opus y los Kikos.

Mi intención es ofrecer mi opinión sobre estos dos institutos, ya que lo que oigo y leo sobre ellos suele estar demasiado influido por el resentimiento o por un fanatismo ditirámbico. Solo me atan dos premisas: La caridad y la verdad. Así que, desde mi experiencia personal, trataré de hacer una critica constructiva con el deseo de no equivocarme demasiado y aportar algo, siquiera sea a alguien. Y lo primero que tengo decir es que ambas instituciones son una parte muy importante de la Iglesia, legalizadas con todas las bendiciones requeridas, que han hecho y hacen mucho bien en la causa de difundir el mensaje de Jesús. Esto no quita que, como parte de la Iglesia de los pecadores, dentro de ellas, también exista el pecado y los errores. Lo segundo que es oportuno resaltar, es que ocurre aquí lo mismo que sucede en las críticas que se hacen a la Iglesia; es la tendencia a generalizar, a tomar la parte por el todo, a creer que todos los cofrades son iguales; aunque lo cierto es que existen frecuentes errores, estructurales unos, personales otros, que se dan frecuentemente; a ellos me voy a referir.

Un error estructural que yo he percibido, es el de la falta de libertad para la crítica interna; la convicción de que las cosas se están haciendo de la mejor manera, y, como consecuencia, no hay nada que cambiar. No se encajan nada bien las opiniones discordantes porque pueden afectar a la unidad y cohesión de la institución. Nadie discute que esos valores deban ser defendidos. Lo que a mí me parece mal es que, esa defensa se haga de tal modo, que se venga a crear un ambiente en el que el temor a ser considerado un pepito grillo le impida a uno dar su opinión. Hay aquí, en esta falta de libertad, un factor no del todo imputable a la institución sino a la persona que se calla por temor a ser tachada de “rebelde”; existe un componente de cobardía o debilidad que impide a muchos manifestar sus ideas, desconociendo que su primer compromiso es con la verdad y que cualquier crítica hecha con caridad, y no en mal plan, nada tiene que temer, o nada debería de temer. De lo contrario te vas y punto.

El problema es ese: Tener la libertad de marcharte; porque otro gran error estructural es la creación, de hecho, aunque no buscada y menos confesada, de unos lazos falsos que ligan a muchos miembros con la institución. Nadie oirá jamás decir que la institución es el mejor camino posible; no existe ninguna declaración excluyente de los demás movimientos de la Iglesia. Pero en la práctica habitual, el autobombo y la autocomplacencia, hacen creer a los más inmaduros, que no hay vida fuera de la institución. De ese error son responsables tanto el individuo inmaduro como la institución, que no le ayuda a madurar resaltando suficientemente su carácter de medio o instrumento y adopta un papel protagonista que solo corresponde a Jesús y a su cuerpo místico que es la Iglesia. La errónea creencia, existente y extendida en mayor o menor grado, de exclusiva autenticidad, de genuina pureza evangélica, choca frontalmente con la Palabra : “Cuando uno dice: Yo soy de Pablo, y otro: Yo de Apolo, ¿no procedéis a lo humano?...Yo planté, Apolo regó; pero quién dio el crecimiento fue Dios. Ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. El que planta y el que riega son iguales…nosotros solo somos cooperadores de Dios” (1ª Cor.3, 4 y ss.). En Lucas 9,49 y ss. Leemos: “ Maestro, hemos visto a uno echar demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido porque no es de los nuestros. Jesús contestó: No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está con vosotros”. Porque, como nos dice Mateo 23,8 y ss. , “Vosotros no os hagáis llamar Maestro, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos”. Y en esta línea Pablo recalca (Ef.4,4 yss.), “Solo hay un cuerpo y un espíritu…solo un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.” No obstante la Palabra citada, en los dos movimientos de que hablo se profesa, por parte de algunos, una veneración a los fundadores que, si bien es lógica, habría que moderar por exagerada e improcedente en los términos en que algunos fanáticos la practican.

Por otro lado, los humanos tenemos una natural tendencia a creernos hijos de mejor padre y más guapos que los demás. Pero el que hayamos encontrado la horma de nuestro zapato no quita que otros también la hayan encontrado. Esta equivocada creencia de que vengo hablando, de autenticidad exclusiva, supone, por un lado, unos lazos de pertenencia al grupo viciados de falta de libertad; por otro lado, una tendencia al hermetismo para evitar sufrir la contaminación que puede venir del lado de los “impuros”. El resultado es que no se da en el seno de estos movimientos, la conveniente apertura hacia el resto de la Iglesia. Pero, repito otra vez, existe aquí una responsabilidad individual para alcanzar la suficiente madurez y libertad, más allá de las actitudes de los fanáticos. Para ello , aunque resulta un tanto paradójico, nada mejor que utilizar esos dos instrumentos, esas dos instituciones, que la Iglesia ha puesto a nuestra disposición para acercarnos a Jesús. A mí me han servido y pueden servir a todo el mundo, con tal de que no se pierda de vista donde está la Verdad y la Libertad para no dejarnos comer un terreno que pertenece a Jesús, a su Iglesia y a nuestra intimidad y libertad sagradas. En principio estas instituciones, como parte de la iglesia que son, pueden ayudarnos y mi propia experiencia así lo certifica.

El Papa Francisco, sin duda buen conocedor de la realidad de la Iglesia, cuando hace algunos meses era vitoreado por unos jóvenes que gritaban, “¡Francisco, Francisco! , les corrigió diciéndoles : Decid mejor, ¡Jesús, Jesús!. Y en otra ocasión, dirigiéndose a todos los movimientos existentes en el seno de la Iglesia, manifestaba que una Iglesia cerrada y ensimismada, era una Iglesia enferma. Y esto lo hizo extensivo a cualquier movimiento dentro de la Iglesia. Seguiremos.